Prácticamente no hay semana dentro de mi trabajo como psicólogo en la cual algún padre o madre de familia, muy desesperados, me piden que ayude a su hijo (a) a salir de una terrible depresión o ansiedad.
La mayoría de las veces, analizando los antecedentes, es muy evidente lo sencillo que hubiese sido prevenir.
Al pensar en la mayoría de los diabéticos, tomándolos como ejemplo, al ver el gran sufrimiento de su vida diaria y lo muy difícil que es vivir con tal padecimiento, también podemos observar lo que se pudo haber evitado al trabajar con buenos hábitos desde pequeños -esos que en el día a día en su firmeza forjan el carácter.
Si tú, como educador de tus hijos, deseas verles alegres, tendrás que mostrarles lo que en obediencia es llorar. Si deseas que avancen y sean inteligentes, tendrás que mostrarles lo que es saber esperar. Si quieres que descansen y vivan cómodamente, enséñales a trabajar. Muéstrales el camino de la riqueza y del don de mando a través de la humildad. Condúcelos con ímpetu y coraje para romper toda barrera y para ello los tendrás que limitar. Ellos necesitarán vivir con todos los límites y autoridad en el hogar, para que en su momento en la vida sean capaces de sobrepasar todo límite de adversidad.
La ansiedad y la depresión hoy en día son una pandemia en las cuales millones de personas viven sumergidas sin esperanza alguna, ya que ciertamente es difícil de enfrentar cuando han llegado a niveles severos.
Más a lo igual que el peor cáncer, puede ser muy fácil de prevenir si el problema se ataca a tiempo.
La palabra depresión proviene del vocablo latín ‘depressus’, que significa ‘derribado’, lo cual nos indica que literalmente alguien en depresión se siente emocional y hasta físicamente derribado.
La clave para prevenirla es precisamente la presión que tú tienes que ejercer en tu hijo.
Repito, ¿quieres evitar la depresión en tu hijo? La clave está en la presión que desde muy pequeños se les da, para que de esta manera, una vez que empiezan a llegar las adversidades, no causen un derrumbamiento emocional, debido a que han sido preparados y forjados en un carácter bajo la presión conducida por los padres.
Te imaginas pasar de un estado sedentario un día y saber que al otro tendrás que correr una maratón, seguramente ante el nivel de presión, al pensar en lo que tienes que hacer, te colapsarías en una terrible ansiedad, y durante el día de la carrera ante tal nivel de presión física te derrumbarías.
Ahora, imagínate preparándote para tal reto desde muy pequeño, en una presión ascendente que te fortalecería y te ayudaría a disfrutar de lo maravilloso que es correr.
El día de la maratón llega y al estar preparado lo disfrutas como lo más esperado y de gran alegría para tu vida, la diferencia fue que has sido conducido bajo una educación que presiona y en esfuerzo forja adecuadamente el carácter.
Al hablar de ansiedad, nos referimos a un temor muy intenso ante lo incierto del mañana, el mismo que roba el sueño, quita el apetito, la concentración y la tranquilidad de la vida.
Cuando enseñamos a nuestros hijos a ser esforzados, aún en contra de su voluntad no piensan mucho en el mañana, poco a poco en el inicio desagradable de la disciplina, llega el momento en que se convierte en un habito y después llega a ser un placer.
De esta manera viviendo plenamente el presente no es necesario pensar demasiado en el mañana, es así como se logra evitar hasta la más terrible de las ansiedades.
Si te preguntas, cómo pues, debes ejercer esa presión en el día a día, para de esta manera vacunarlo en contra de la depresión y la ansiedad, te invito a leer la próxima semana la segunda parte de este artículo.
*Nuestro colaborador es Licenciado en Psicología. Consultorio: Av. Revolución entre calles 39 y 40. Teléfono: 653 (12) 1 7161.
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